lunes, 30 de junio de 2014

Una experiencia de autogestión en Oviedo




Dijo Montesquieu “el interés de los individuos reside en el interés común,  querer separarse del mismo es querer destruirse a sí mismo”. (Fábula de los trogloditas –Cartas Persas)

Dos siglos y medio después, un puñado de activistas unidos al calor del 15M decidieron dar sentido a las palabras de Montesquieu, y ocupar la antigua sede de la Consejería de Salud del Principado de Asturias, conscientes de que hacían algo bueno para Oviedo, y al mismo tiempo, bueno para ellos mismos.
                                                                                                                                          
El acto necesitaba de poca justificación: en un momento de total descrédito político y denuncia social de la corrupción, se ocupaba un edificio que había acabado en las manos de la empresa “pública” SEDES por medio de un pelotazo urbanístico. En palabras de los activistas estos fueron los motivos de la adjudicación del edificio a SEDES:

Para financiar en 2007 la ruinosa compra de las dos alas del “Calatrava” (Si, en Oviedo también sufrimos al camarada Santiago Calatrava) a “Jovellanos XXI”, propiedad de dos empresarios multimillonarios mimados tanto por el PSOE como por el PP, José Cosmen Adelaida (fundador de ALSA), y el constructor Alberto Lago.

La forma de financiar este derroche de dinero público, 59 millones de euros, destinado únicamente a hacer rentable a estos señores la edificación del “Calatrava”, fue convirtiendo en suelo residencial tres parcelas públicas, es decir, de tod@s nosotr@s, las consejerías de la calle General Elorza, otra más en la calle Uría, y el Instituto de San Lázaro.

¿Fue legal la operación?

Según un informe de la Sindicatura de Cuentas de Asturias del 1 de abril de 2009, el Principado incumplió la Ley de Patrimonio, ya que esta operación debería haberse aprobado en el Parlamento regional, cosa que no sucedió. Es decir, el anterior Gobierno autonómico incumplió sus propias leyes para beneficiar a dos poderosos capitalistas

Movidos por la denuncia y por la oportunidad para ocupar un espacio en desuso (los edificios estaban vacios y los planes de SEDES en stand by, por motivo de la crisis) los chicos tomaron el edificio que pronto bautizaron como “La Madreña” no para atrincherarse dentro en su denuncia, sino para convertir una ruina en un lugar autogestionado donde todos se podían beneficiar de la amplia oferta de actividades que pronto echaron a andar. A parte de la interminable lista de de charlas, representaciones, conciertos, talleres, proyecciones y demás actos puntuales que en La Madreña se celebraron, el edificio ofrecía actividades tales como Yoga, Mercadillo, Huerto ecológico, comedor popular, conversación en inglés, defensa personal para mujeres, guardería… En todos los casos fueron actividades gratuitas, organizadas por voluntarios deseosos de poner en práctica sus habilidades, compartir sus conocimientos y prestar un servicio a la sociedad.
 
Y aquí es donde las palabras de Monstesquieu cobraban vida, porque nosotros no hemos sido educados en el espíritu crítico y la reflexión sobre el bien común, sino bajo el yugo del castigo-incentivo:

Pórtate bien porque de lo contrario no vendrán los Reyes Magos. No ofendas a Dios o irás al infierno. Estudia, trabaja duro y llegarás a algo. Trabaja para mí y te pagaré un sueldo. Incumple la ley y te multaremos o irás a la cárcel. Cumple las normas o sufre las consecuencias.

En un mundo donde aprendemos a comportarnos “bien” por miedo al castigo o por la egoísta motivación de un incentivo, trabajar para la comunidad sin pedir nada a cambio es un acto revolucionario. Los integrantes de la Madreña posiblemente no se habían leído al citado pensador francés, pero lo entendían perfectamente. La Madreña daba salida a su necesidad de participar, de compartir inquietudes, de crear, de aprender y a la vez proporcionaba un servicio impagable al barrio y la ciudad, como las propias asociaciones de vecinos afirmaban. Todos ganábamos.

Aquí donde “lo público” no es “lo de todos” sino  que más bien es “lo que gestiona la autoridad política de turno, ajena a la ciudadanía”, La Madreña introducía además el concepto de responsabilidad. La responsabilidad es a mi entender el factor clave en la “liberación” de un individuo o de un colectivo porque implica comprender el medio.

El sujeto pasivo, moldeado al calor del incentivo-castigo (el palo y la zanahoria, para que nos entendamos) obedece normas y aprende a buscar sus incentivos, como los perros de Paulov. Sin embargo, los actos del sujeto consciente son fruto de una reflexión más profunda, pues en su estado de libertad tomar decisiones no implica seguir normas, sino comprender realidades y tomar decisiones en consecuencia. Y aquí está la responsabilidad: aprender a hacer algo, porque comprendes que es “bueno” y no porque alguien te lo ordene.

Las personas que voluntariamente se comprometieron a llevar a cabo una actividad en La Madreña, las personas que semana tras semana trabajaron voluntariamente, las personas que acudían a las asambleas donde se tomaban decisiones, las personas que defendieron el edificio contra las denuncias de SEDES… esas personas aprendían que el interés de los individuos reside en el interés común,  y querer separarse del mismo es querer destruirse a sí mismo. Aprendían que tomar partido y responsabilizarse de algo es en definitiva abandonar la estupidez colectiva en la que vivimos, dejar de ser una suma de individuos y pasar a ser una sociedad  donde todos participan y aportan su granito de arena, porque saben que es bueno para todos.

A pesar del buen funcionamiento del centro, el amplio apoyo de los vecinos, la explícita función social que cumplía, una sentencia judicial nos anunciaba el fin próximo de la Madreña. Las manifestaciones en contra de la decisión fueron multitudinarias. Pero un Martes 3 de junio, a las 6 de la mañana, la policía entró en el edificio y desalojó por la fuerza a los que dentro estaban, desalojando con ellos el trabajo de 3 años de multitud de personas que creímos que podíamos hacer algo bueno para todos con ese edificio abandonado.
Manifestación en apoyo al CSOA La Madreña
En fin, que llevamos ya casi un mes sin La Madreña y Oviedo se siente mucho más vacío y gris. Pero esta semilla de revolución que unos chavales sembraron en la calle General Elorza hace casi 3 años, ha echado raíces en los corazones de todos los que allí participamos y ningún juez podrá impedir que siga dando frutos.