jueves, 25 de septiembre de 2014

Monstruos de diseño



La declaración de guerra de EEUU al llamado “Estado Islámico” (ISIS) y toda la tormenta de noticias sobre violaciones de DDHH cometidas por los insurgentes en oriente medio me provoca algo similar a un déjà vu

No me refiero solamente al hecho de que los “paladines de la libertad y democracia”  mundial vuelvan a hacer gala de su altruismo armado. Tampoco me refiero al hecho de que hace apenas un año EEUU estuviese financiando a quienes hoy se plantea aniquilar. Hablo del poder de manipulación del subconsciente colectivo que tiene esa máquina de guerra y propaganda que son los países de la OTAN, con EEUU a la cabeza. Hablo de la facilidad con la que consiguen que la gente odie a millones de desconocidos de los que no saben nada. Hablo de como esa producción de subjetividad a través de los mass media muestra a los propios espectadores como ciudadanos civilizados y los sitúa dentro de esa facción del bien, donde ellos y muchos otros millones necesitan ser protegidos de malvados demonios que se acercan a sus casas desde las antípodas, con la única intención de destruirles. 

Cuando John Mccain se reunía con ISIS y pedía que se les armase

Cuando un director de cine trata de provocar miedo por medio del monstruo de una película de terror, además del uso del llamado lenguaje cinematográfico, necesita presentar a ese monstruo asesino como una materialización de los instintos sádicos y agresivos. Un ser simple sin más cometido en su vida que hacer el mal. Si como como Bram Stoker decide darle cierta humanidad a Drácula, éste se vuelve un ser más familiar, con rasgos que lo hacen más comprensible, llegando incluso a provocar cierta empatía en el espectador.

Los medios que nos “informan” sobre grupos armados internacionales –o estatales- no quieren saber nada de Bram Stoker. Ellos producen ideología por contrato y su cometido es vendernos monstruos despojados de cualquier tipo de humanidad y sentido, como puede ser el gran blanco de “Tiburón”. Esos son los monstruos que eliminan la reflexión y la duda de nuestras cabezas, los que rápidamente comprendemos que debemos odiar y frenar su avance, si no queremos ser las siguientes víctimas.


Ese es el ingrediente principal. El desconocimiento. La deshumanización. La deconstrucción del sujeto en una amenaza con patas.

Desde el derrumbe de la URSS el objetivo principal de estas campañas de odio han sido principalmente los ciudadanos que han tenido la desgracia de nacer en países de interés geoestratégico, principalmente por su riqueza en recursos. Pero obviamente, sólo aquellos que rechazan ser peleles de oligarquías transnacionales que mueven hilos desde occidente. Una vez más, viene a la mente Eduardo Galeano y aquello de “la pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra”.
Cuando nos vendían esas fabulosas fortalezas talibanes que al
final no encontraron, porque nunca existieron.

Los hombres que manejan los medios no son estúpidos y saben que nada cohesiona más una sociedad que una agresión externa. Como aquí ya no hay “conspiraciones judeo-masónicas-comunistas”, ahora el enemigo son los musulmanes. Una religión muy similar a la que construyó nuestra cultura, pero que nos presentan como antagónica, identificándola con las barbaridades que cometen grupos extremistas, a menudo debido a su cateta y sádica interpretación de la Sharia.

El ejemplo es flagrante en el caso del conflicto palestino-israelí, donde hemos visto como implícitamente la totalidad población palestina es identificada con el ala armada de Hamas, cuando el debate y conflicto interno en Palestina es un hecho.

Apenas termina un conflicto, la máquina de propaganda ya está trabajando a todo trapo en la justificación del otro. Ahora los que hace 4 días eran héroes y mártires de la democracia en Siria se han convertido en demonios con turbante que por su puesto, van a por nosotros. El trabajo ya está medio hecho, con más de una década de “animalización” de la comunidad musulmana, especialmente la de oriente medio. La gente ya necesita pocas excusas porque ya entienden que ellos son los malos de todo esto.
¿Quién amenaza a quién?

Las órdenes son sencillas. Mostrar todo aquello que sea amenazante, que les dibuje como auténticos animales. Si se les entrevistase, emitir sólo aquellas declaraciones que apunten hacia nosotros. Hay que omitir cualquier información que pudiese provocar la mínima comprensión a su comportamiento. Es importante descontextualizar la amenaza: No nos interesa saber qué se siente cuando tú país es invadido constantemente por potencias extranjeras que bombardean tú ciudad y matan a tus vecinos. No nos interesa qué se siente cuando a diferencia de nosotros, sabes que estás siendo realmente amenazado por un agresor externo.
 
No queremos conocer al país, ni a sus ciudadanos, no queremos saber nada de personas, no queremos conocer la realidad que nos permita contextualizar y juzgar jústamente el fenómeno yihadista. Véndanos sólo caricaturas, monstruos que justifiquen la penúltima guerra sobre SU territorio.

Para todo lo demás, Adam Curtis y “El poder de las pesadillas”. 


Bin Laden, un Goldstein contemporaneo
 

PD: Mal momento supongo, para recordar que atrocidades como la lapidación son patrimonio de la tradición judeo-cristiana (“el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”) o que hasta hace 4 días aquí el furor cristiano y el espíritu nacional eran la base moral de nuestra educación. Y si vamos un poquito más atrás en el tiempo veremos mujeres arder por orden divina de la Santa Inquisición, científicos silenciados y ajusticiados y un sinfín de burradas que nos hacen pensar que el problema tal vez no sea la propia religión en sí, sino las interpretaciones que de ella hacen algunos psicópatas en posiciones de poder.

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