lunes, 21 de julio de 2014

Las claves para entender la situación de Palestina

No es ningún secreto que el estado de Israel paga a personas para hacer propaganda y limpiar su nombre. Muchos otros lo hacen voluntariamente. La hasbara pretende legitimar sus barbaridades “explicando” su historia y conflicto a lectores, espectadores e internautas de todo el mundo. No es extraño ver “foreros” que constantemente comentan las noticias que tratan sobre el asunto, para difundir la postura sionista. No estoy afirmando que estén a sueldo de nadie, pero tampoco niego que pueda suceder: las redes sociales y los foros de los periodicos digitales son un espacio online donde millones de personas se encuentran, donde se crea imaginario, se forma opinión. Son algo a tener en cuenta y las oligarquías lo saben. Para el recuerdo quedará el célebre email que se les escapó al PP, dirigido a sus “opinadores”, donde se indicaban las noticias en las que debían opinar, y lo que debían decir.

Esta compilación de datos es mi pequeña contribución para contrarrestar no solo a la hasbara sino a la propia prensa del régimen, que narra el genocidio estructural en Gaza desde una insultante equidistancia.

Orígenes del estado sionista


El primer mito a destruir es que Israel tiene el legítimo derecho a montar su estado ahí porque se trata de una tierra que les pertenecía originalmente, prometida para ellos por su Dios. Como podemos ver en la foto (datos aproximados), su reinado apenas duró 300 años... en una tierra donde existen civilizaciones desde hace más de 6.000 años! Bizantinos, Romanos, Otomanos, Británicos... todos anduvieron por ahí, pero solo ellos tienen un lobby económico detrás que les permita decir “esta tierra es nuestra”.


Pero la cosa no acaba ahí. De acuerdo a historiadores modernos como el israelí Shlomo Sand, estos monoteístas, que provenían de Mesopotamia (lo que ahora es Iraq) no fueron expulsados por los romanos en el año 70dc, (Sand asegura no haber encontrado ni una referencia histórica que así lo asegurase) sino que el grueso de la población permaneció en Palestina. Si, la misma población que siglos después se convirtió al islam, los mismos que ahora son expulsados... los palestinos. Ellos son los descendientes de los judios originales. Los actuales colonos son principalmente askenazíes (judios de procedencia centro europea y rusa) y descendientes de judios sefardies (como los que en 1492 fueron expulsados de la península ibérica). Para más inri, otro israelí, el Dr. Eran Elhaik publicó recientemente un estudio genético donde confirmaba esta teoría: Los colonos israelitas son descendientes de caucásicos, que se conviertieron al judaísmo siglos atrás, no son “el pueblo de Abraham”. Y por supuesto, hay mucha más afinidad genética con el Israel original en los palestinos. La raza judía es un mito.

A finales del siglo XIX se crea el sionismo, corriente dentro del judaísmo que considera que el pueblo judio necesita de un estado judio, contradiciendo las tesis ortodoxas que prohiben la creación de ningún estado judio, lo que provoca la oposición de una facción del judaísmo. Inicialmente iba a hacerse en Argentina. Después se decide que el lugar será Palestina. Poco después la migración hacia oriente medio comienza. La iniciativa toma fuerza y a princpios del siglo XX los judios representan un 6% de la población de Palestina, aún bajo dominio Otomano.

Uno de los datos que más me ha sorprendido descubrir ha sido el
Acuerdo Haavara, por el cual 60.000 judios de la Alemania nazi (1933) fueron transferidos a Palestina, llevandose con ellos una importantísima suma de dinero.

El resto de la historia ya lo conocemos. Alemania perdió la guerra y los judios que sobrevivieron al holocausto emigraron en masa a Palestina, bajo la protección de la ONU.

El proyecto expansionista

En contra de la voluntad de los paises vecinos y de los propios palestinos, la ONU decide que hay que dividir Palestina en dos estados: uno para los colonos judíos, y otro para los palestinos. Obviamente eso no hizo ninguna gracia a una población (y vecinos) que ya estaban hasta las narices de ser colonizados por turcos, británicos y franceses. Los paises vecinos deciden invadir el nuevo estado en una decisión kamikaze, pues el moderno y numeroso ejército israelita, respaldado por el capital proveniente de europa y EEUU, les aplastó.

Ahí comenzaron las penurias de esos parias entre los parias que son los palestinos. Tras la guerra llega La Nakba (desastre, 1948) donde casi un millón de palestinos fueron expulsados forzosamente de sus tierras por los colonos, A pesar de la insistencia de la ONU para que Israel volviese a las fronteras “originales”, el estado sionista amplió su territorio.

Lo que viene después es la consagración del estado de Israel, que bajo la protección de EEUU se convierte en “el policía” de oriente medio, cuya labor consiste en velar por los intereses geoestratégicos del establishment americano y sionista.

Este estado, que no incluye fronteras en su constitución -por ser un proyecto de expansión- se ha dedicado desde entonces a ir construyendo asentamientos en territorio palestino, reduciendo y fragmentando cada vez más las tierras árabes. Los árabes que viven dentro de las fronteras israelíes son ciudadanos de segunda clase, que en principio gozan de los mismos derechos civiles, pero en la práctica sufren fuertes discriminaciones por parte de la comunidad judía. Por supuesto que ellos deben aceptar Israel como su patria (un estado judío) y acoger sus “laicos” símbolos aunque no les representen (como la bandera nacional, con la estrella de David).

El día a día en Palestina

La situación es crítica. Las dos zonas palestinas -Cisjordania y Gaza- están bajo la constante “tutela” de Israel. Salir de uno de esos fragmentos de Cisjordania hacia otro, supone pasar por los puntos de control militar, que obligan a detenerse y esperar las horas que hagan falta. Es imposible regularizar cualquier relación comercial dentro de las propias fronteras palestinas bajo este sistema. La situación llega al límite cuando madres embarazadas acaban dando a luz en el punto de control, al serles denegado el paso, pues deben esperar que a los colonos terminen de usar las carreteras. Ni que decir que esto multiplica la mortalidad.

La humillación tras el muro de la vergüenza es además constante. El documental de John Pilger “Palestina sigue siendo la cuestión” retrata esta denigrante situación que es el día a día de los palestinos, mostrando por ejemplo como el edificio del ministerio de cultura fue asaltado y destrozado por dentro, donde varios soldados israelíes aprovecharon además para defecar. Otras prácticas de humillación y destrucción de la economía palestina son las habituales quema de olivos pertenecientes a campesinos palestinos, por parte de colonos israelíes y el derribo de casas con bulldozers.

El caso de Gaza es aún peor. La franja de Gaza es un campo de concentración gigante. Israel decidió bloquear el terrotorio y ahora nadie entra ni sale sin su consentimiento. Obviamente eso ha provocado una total crisis humanitaria dentro de la región. Israel va incluso más allá y prohibe a los pescadores de Gaza alejarse más de x kilómetros de la costa, atacando y destruyendo las barcas que lo intentan. Controla también las aguas internacionales, espacio sujeto a la legislación internacional que se han saltado cada vez que han abordado un barco con rumbo a Gaza, como fue el caso del barco turco que se disponía a llevar bienes a Gaza, donde los soldados israelíes asesinaron a 10 voluntarios turcos.

Estos asesinatos se suman a los de otros voluntarios y activistas internacionales que corrieron la misma suerte a manos del ejército israelí, como son los casos de John Miller, Rachel Corrie o Tom Hurndall.

Este constante robo de tierra -como seguimiento al inicial-, esta humillación y desprecio por los palestinos y esta violencia estructural que todos los días se ejerce contra los palestinos ha provocado el surgimiento de grupos armados dentro del territorio palestino. Como sucede en otras partes, la subordinación a quienes tienen una identidad opuesta, ha llevado al reivindicamiento de la propia hasta límites fuera de lo racional.

Estos grupos no han conseguido más que empeorar la situación, repartiendo el dolor -en una absurda asimetría- y agravar los problemas, proporcionando la excusa perfecta para que Israel continue expandiendo sus fronteras. La islamofobia que siguió el 11-S, ha sido otro gran aliado. Ante su triste situación, su odio es comprensible, pero nunca excusable.

El último conflicto

La última escena de esta triste tragedia es un buen ejemplo de lo que han sido las últimas décadas. Un pacto de estabilidad nacional entre los dos principales grupos políticos palestinos (Al Fatah y Hamas) ha provocado el miedo a quienes se han esforzado por desestabilizarles constantemente, 3 jóvenes estudiantes israelíes fueron secuestrados. Cuando sus cuerpos sin vida fueron encontrados, ningún grupo palestino reivindicó la autoría de los hechos (ni lo ha hecho ahora, varias semanas después... lo que cuanto menos sorprendente, no sé si sospechoso...). Aún así, la “respuesta” de la derecha israelí no se hizo esperar y un joven de 16 años palestino fue quemado vivo por colonos israelíes.

Lo que vino después es conocido por todos: cohetes caseros vuelan desde la franja de Gaza hacía poblaciones israelíes y armamento pesado vuela desde Israel hacia Gaza. Incluidas bombas de fragmentación, que siguen la brutalidad del fósforo blanco empleado en 2009. Los daños reflejan una vez más lo absurda que es la terrible equidistancia con la que los medios tratan los sucesos: Las primeras jornadas de bombardeos dejaban un saldo de 1 muerto y 0 heridos en el bando israelí, mientras que en Gaza ya habían muerto casi 200 personas, incluyendo a casi 50 niños, con un 80% de civiles entre las muertes. Más de 1.500 heridos de gravedad. Más de 3.000 familias se habían quedado sin hogar. Más de medio millón de personas se quedaban sin agua ni electricidad. La propuesta de alto el fuego fracasó, entre otras cosas porque los mediadores no se dirigieron personalmente a Hamas ni a las 16 milicias presentes en la atormentada franja de Gaza.

¿En estas circunstancias, cómo se puede hablar de conflicto y no de genocidio?

Mientras me dispongo a terminar este texto veo que tras la incursión terrestre israelí en la franja de Gaza, ya son más de 500 los palestinos muertos. En el caso del ejército israelí, ascienden a 18. 17 soldados y un voluntario del ejército. Para el recuerdo de la vergüenza quedará especialmente ese episodio en el que 6 niños palestinos fueron disparados desde un buque de guerra mientras jugaban a fútbol en la playa. Consiguieron escapar al primer obús, pero el segundo, tras varios segundos apuntando, acabó con las vidas de 4 e ellos, hiriendo también a un quinto. Dada la avanzada tecnología militar con la que cuenta el ejército israelí, es dificil creer que fuera un error.

¿Qué hacemos?

Tanto si la solución pasa por un estado común o por dos estados diferenciados (volver a las fronteras de 1948) nuestra obligación pasa por boicotear al estado opresor, forzando la presión internacional sobre él. Es importante recordar que hablamos de oprimidos y opresores, no de buenos y malos, y que esto no forma parte de ningún “odio” a ninguna de las dos partes: es la respuesta social lógica a un crimen impune al que se debe de poner fin.

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